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POR QUÉ INTRODUCIR LA TERAPIA FAMILIAR DENTRO DE LA TERAPIA INDIVIDUAL

Existe algo común entre mi labor como psicóloga y mi vida como persona: la terapia familiar.

Aunque de pequeña era solo una intuición, fue mi entrada en la carrera y mis primeros pasos en la experiencia profesional en Servicios Sociales, lo que me hizo ver la importancia del papel de la familia en la experiencia de un individuo, y las posibles consecuencias psicológicas de tal experiencia, y de tal sistema.

Fue el fenómeno-psicólogo Luiz Rodríguez, profesor de la UMH, quien del todo fomentó mi curiosidad por algo llamado Terapia Familiar, ¡y además sistémica! (¿acaso no son sinónimos “familia” y “sistema”?). Comencé cursos, uno de ellos dio el pistoletazo de salida (Carmen Casas es otra crack con la que merece la pena comenzar a estudiar sobre las familias).

¿Y por qué este empeño en las familias y en introducir la historia familiar en mis sesiones de terapia individual? ¡Muy fácil!

Se ha demostrado cómo, el feto, ya se alimenta de los nutrientes de la madre fisiológicos, y emocionales, y todo ello desde la barriguita. Se ha demostrado cómo, la experiencia vital de la madre en su contexto, condiciona de algún modo el desarrollo de ese feto y por tanto, de ese futuro bebé. ¿Por qué? Porque el ser humano, primero de todo, es un ser EMOCIONAL, ya que fisiológicamente, en su cerebro, lo primero que se desarrolla es el sistema límbico, de donde parten las queridas emociones. Después se abre paso al córtex prefrontal, tan importante también, para la regulación emocional, entre muchos otros procesos.

Teniendo esta breve introducción neurológica, ¿cómo no nos va a afectar el estado de ánimo, dinámicas, conductas, etc. de nuestros familiares cuando nacemos? Y siguiendo esta premisa, es más fácil comprender cómo el movimiento, en la dirección que sea, de un miembro de la familia, influya en el otro (! véase aquí por tanto la importancia de que en la primera sesión de niños/as y adolescentes invitemos a toda la familia! Y que nos coordinemos con el colegio o Instituto).

Me gusta normalmente explicar en las sesiones la formación de una familia como sistema y sus subsistemas:

  1. Dos personas se enamoran, y forman una pareja (sistema conyugal)
  2. Esa pareja, en algún momento de su vida, deciden (por norma general), extender su linaje. Se añade al sistema conyugal, el sistema paterno-filial.
  3. Si el sistema conyugal se aburriera solo con la crianza de un niño, puede tener otro u otra, formándose además el sistema fraternal.

Resumiendo: sistema conyugal – sistema parental – sistema filial – sistema fraternal.

¡Pues bien! Cada uno de estos sistemas tiene sus características, y, dependiendo del desarrollo de ese subsistema y de su estado, se irán formando las famosas dinámicas familiares, rituales, lealtades, roles, etc. en el CLIMA FAMILIAR (estando la navidad tan cercana, seguro que os suena este palabro).

¡Pero no acaba ahí! Cada sistema debe de estar colocadito en su lugar, pues si se mezclan, esas dinámicas, roles, rituales, etc. pueden recaer sobre personas no preparadas ni naturalmente elegidas para ello (normalmente los hijos e hijas).

En resumidas cuentas, es por esto que los psicoterapeutas familiares somos tan cansinos con el tema familiar, que abordamos a través de la teoría del apego, genograma, etc., porque sabemos que el funcionamiento de nuestro sistema de familia influye en la manera en la que percibimos el mundo (nuestro primer mundo percibido, es la familia, después nos encontramos el paisaje, que es el colegio, las instituciones, etc.), sobre todo si no hemos echado un vistazo a nuestros orígenes.

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Publicado: 19/01/2023

Tiempo de lectura: 3,2 min.

María Cánovas

Maria Canovas

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